El verdadero drama de las pensiones
El verdadero drama de las pensiones
La OCDE advierte que el retraso de la jubilación puede no cubrir el coste de las pensiones
Hace sólo unos años se desconocía todo lo referente al sistema de pensiones público de España: que fuera un sistema llamado de reparto; que los socialistas aumentaran de dos a ocho los años para el cálculo de la pensión y que después el Pacto de Toldo los ampliara a 15; que la evolución demográfica presentaba problemas muy graves en el horizonte de los años 2040, que ponían al sistema al borde de la quiebra, es decir, que los futuros pensionistas corrían el riesgo de no cobrar sus pensiones.
En poco tiempo, la sorpresa del ciudadano ha sido descomunal. Nunca había pensado que, cotizando rigurosamente durante su vida laboral, su pensión estuviera en el aire ¿Cómo es posible? ¿Puede quedarse alguien sin cobrar la pensión después de cotizar más de 30 años? Para evitar este absurdo, se nos dice que hay que trabajar más años para acabar cobrando una pensión, aunque se menor. Cada vez tendremos que trabajar más y cobrar menos. ¡Perfecto! La pregunta surge espontánea: ¿Quién ha parido este sistema que no tiene ni pies ni cabeza?
Con las ideas nacidas del Estado del Bienestar en los 50, se inventó un sistema de pensiones bajo el principio de solidaridad, por el cual la generación en activo, con sus cotizaciones, paga las pensiones a los pasivos. Genial idea que se apoya en una premisa fundamental: que el monto de las cotizaciones debe ser suficiente para pagar el monto de las pensiones. Nadie pensó que la evolución de la edad media de vida fuera tan positiva; que el índice de natalidad descendiera tan dramáticamente; que la crisis fuera una máquina de aumentar el paro; que se incrementara de forma peligrosa las jubilaciones anticipadas y que los, cada vez menos, jóvenes entraran tan tarde al mercado laboral. Todos estos efectos han hecho cundir el pánico y abierto los ojos sobre el desastre al que nos conduce el actual sistema público de pensiones. Para evitarlo y mantener el sistema con vida, pueden adoptarse dos tipos de medidas: unas negativas para el ciudadano y otras, en cambio, muy positivas.
Las negativas: se incrementa la edad de jubilación a 67 años y se pasa, de 15 a 25, los años de cómputo, para que la pensión sea menor. El ministro de Trabajo nos amenaza con que es sólo un primer paso… ¿hacia dónde? Pues hasta que la jubilación se sitúe en los 70 y que se considere todos los años de la vida laboral para el cálculo de la pensión. No se dice muy claro, para no asustar, pero no hay duda que ese es el escenario que nos espera. La financiación del sistema de pensiones, que se desmorona de forma estrepitosa, va a recaer de nuevo en el trabajador.
La positivas: las que hacen referencia al índice de natalidad y a la tasa de paro. Son las únicas que pueden ayudar de verdad a resolver el problema de fondo. Cuantos más niños nazcan, más trabajadores habré en el futuro y cuanto menos paro hay, más personas cotizarán. En España tenemos el índice de natalidad más bajo y la tasa de paro dobla la media de la UE. La solución tiene que venir de un crecimiento económico sostenido, que ayude a disminuir la tasa de paro del 20% actual hasta el 10% (media europea), y de las políticas activas que apoyen a la familia y permita el incremento de la natalidad.
En consecuencia, si se pretende atacar las causas de fondo del sistema de pensiones llamado de reparto, es necesario trabajar a fondo para conseguir, en el medio plazo, una disminución progresiva del paro y un incremento muy importante del índice de natalidad. Todo lo demás son parches, que castigan duramente al trabajador y sólo sirven para aliviar temporalmente el dolor.
Sandalio Gómez López-Egea – profesor del IESE
Hace sólo unos años se desconocía todo lo referente al sistema de pensiones público de España: que fuera un sistema llamado de reparto; que los socialistas aumentaran de dos a ocho los años para el cálculo de la pensión y que después el Pacto de Toldo los ampliara a 15; que la evolución demográfica presentaba problemas muy graves en el horizonte de los años 2040, que ponían al sistema al borde de la quiebra, es decir, que los futuros pensionistas corrían el riesgo de no cobrar sus pensiones.
En poco tiempo, la sorpresa del ciudadano ha sido descomunal. Nunca había pensado que, cotizando rigurosamente durante su vida laboral, su pensión estuviera en el aire ¿Cómo es posible? ¿Puede quedarse alguien sin cobrar la pensión después de cotizar más de 30 años? Para evitar este absurdo, se nos dice que hay que trabajar más años para acabar cobrando una pensión, aunque se menor. Cada vez tendremos que trabajar más y cobrar menos. ¡Perfecto! La pregunta surge espontánea: ¿Quién ha parido este sistema que no tiene ni pies ni cabeza?
Con las ideas nacidas del Estado del Bienestar en los 50, se inventó un sistema de pensiones bajo el principio de solidaridad, por el cual la generación en activo, con sus cotizaciones, paga las pensiones a los pasivos. Genial idea que se apoya en una premisa fundamental: que el monto de las cotizaciones debe ser suficiente para pagar el monto de las pensiones. Nadie pensó que la evolución de la edad media de vida fuera tan positiva; que el índice de natalidad descendiera tan dramáticamente; que la crisis fuera una máquina de aumentar el paro; que se incrementara de forma peligrosa las jubilaciones anticipadas y que los, cada vez menos, jóvenes entraran tan tarde al mercado laboral. Todos estos efectos han hecho cundir el pánico y abierto los ojos sobre el desastre al que nos conduce el actual sistema público de pensiones. Para evitarlo y mantener el sistema con vida, pueden adoptarse dos tipos de medidas: unas negativas para el ciudadano y otras, en cambio, muy positivas.
Las negativas: se incrementa la edad de jubilación a 67 años y se pasa, de 15 a 25, los años de cómputo, para que la pensión sea menor. El ministro de Trabajo nos amenaza con que es sólo un primer paso… ¿hacia dónde? Pues hasta que la jubilación se sitúe en los 70 y que se considere todos los años de la vida laboral para el cálculo de la pensión. No se dice muy claro, para no asustar, pero no hay duda que ese es el escenario que nos espera. La financiación del sistema de pensiones, que se desmorona de forma estrepitosa, va a recaer de nuevo en el trabajador.
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Sandalio Gómez López-Egea – profesor del IESE
IESE- Invitado
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