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Fiat, el gran salto atrás

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Mensaje  Pascual Vie Abr 08, 2011 11:37 pm

ELMERCURIODIGITAL 8.4.11. Por Pascual Serrano

Salida del convenio colectivo, jornadas de diez horas con ocho horas en cadena de montaje sin comer, horas extraordinarias obligatorias, no retribución de las ausencias por enfermedad si se producen en víspera de fiesta, sanciones que pueden llegar al despido si el trabajador hace huelga contra los términos del contrato, los sindicatos que no están de acuerdo con el contrato establecido por la empresa al margen del convenio colectivo no podrán tener representación. Estos son algunos de los puntos incluidos en el nuevo contrato de Fiat en su fábrica de Mirafiori, en Turín, que se aprobó por referéndum el pasado 14 de enero. Puede parecer democrático que este acuerdo se ponga en vigor tras recibir el visto bueno de la mayoría de los asalariados, pero ha sido la globalización y las políticas empresariales de deslocalización las que han hecho posible con su insultante extorsión que los operarios voten contra sus derechos. Si no lo hacían la empresa amenazaba con el cierre y su traslado fuera de Italia. Al 54% de los trabajadores no les quedó más remedio que decir “sí”.

El acuerdo de Fiat en Italia que modifica sustancialmente las condiciones de trabajo afecta a 5.431 trabajadores de la industria más emblemática del país. Ya ningún derecho, en cualquier Estado de la Unión europea (UE), conseguido tras históricas luchas sindicales puede considerarse consolidado ante el chantaje de una empresa que anuncia a sus asalariados que, o renuncian a ese derecho o la empresa se va. Los analistas reconocen que, después de un primer "referendum" realizado por Fiat en Pomigliano d'Arco, cerca de Nápoles, en junio de 2010, lo que estaba en juego en esta fábrica Mirafiori de Fiat en Turín, era nada menos que los derechos establecidos en la Constitución italiana, el estatuto de los trabajadores, el concepto mercantil del contrato y el futuro del sindicalismo autónomo e independiente1. Todo un insulto para la ciudad donde desarrolló su combativo ideario el teórico marxista Antonio Gramsci (1891-1937).

Las promesas de la empresa ante las organizaciones sindicales consisten en la inversión de mil millones de euros para la producción una nueva generación de turismos y todoterrenos que se comercializarán bajo las marcas Alfa Romeo y Jeep2. Se trata de una decisión tras el aumento de la participación de Fiat en el consorcio estadounidense Chrysler del 20% al 25%3. La supuesta inversión sería aportada al 50 % por cada uno de los socios.

El abogado Carlo Guglielmi, del sindicato USB y miembro del Forum de Derechos Laborales ha analizado el acuerdo de Fiat Mirafiori4. Lo primero que destaca este abogado es que no existe en el acuerdo ningún compromiso de inversión para la parte empresarial, de forma que se trata de contrato que supone concesiones y compromisos para una de las partes, los trabajadores.

Guglielmi también duda de que aumentar la jornada a diez horas diarias y reducir diez minutos de descanso al día sirva para una mayor productividad. Los sindicalistas han recordado que el coste de la carrocería -el trabajo que se desarrolla en Mirafiori- afecta sólo al 7 % del precio final del automóvil. Otro de los atropellos que señala el abogado es que el acuerdo establece que la empresa puede ordenar unilateralmente hasta 120 horas extraordinarias. Pero el que más destaca es el ataque frontal al concepto del sindicalismo. Según el acuerdo, el papel del sindicato será el de “encontrar soluciones coherentes con los objetivos compartidos”. “Por consiguiente [las partes] asumen la prevención del conflicto como un compromiso recíproco sobre el que se funda el sistema participativo”. Es evidente que por “objetivo compartido” la empresa entiende un nivel determinado de producción, o una entrega del producto en una fecha concreta. No parece lógico que entienda por objetivo compartido que un trabajador gane suficiente como para comprar una vivienda donde vivir con su familia. Pero no es suficiente: el compromiso que los firmantes asumen no es sólo el de no crear conflictos, sino el de impedir que otros puedan hacerlo. Al final del artículo 1 está previsto que todos los beneficios sindicales se revocarán a todas las organizaciones sindicales si no logran evitar “conductas individuales y/o colectivas de los trabajadores que puedan vulnerar total o parcialmente y de manera significativa las cláusulas del presente acuerdo... contrariando el espíritu que lo anima”.

En opinión de Guglielmi, “nunca se ha esclarecido con tal certeza programática que la única tarea de los sindicatos sea la de bloquear los conflictos. La única tarea prevista para ellos en el acuerdo: mantener por todos los medios la disciplina por cuenta del empleador”. “Y para los sindicatos que no firmen este acuerdo -explica al abogado-, aunque fuese las más representativas, se establecen numerosas prohibiciones: no pueden (art. 1) constituir una representación sindical propia, no pueden (art. 2) disfrutar de ningún permiso sindical para sus dirigentes, no pueden (art. 3) convocar asambleas, no pueden (art. 7) recibir contribuciones sindicales de sus propios afiliados vía retención al salario, no pueden (art. 5) utilizar el local sindical para sus reuniones con los trabajadores, no pueden (art. 4) publicar sus comunicados en el tablón de anuncios ni puede efectuar «actividades de proselitismo respecto a los trabajadores en los correos electrónicos o los teléfonos móviles de la empresa», simplemente debe dejar de existir”.

El sindicalista de Fiom, Maurizio Landini señaló que “no estamos sólo ante un mal acuerdo, sino ante una situación que no tiene precedentes en este país, quieren terminar con el derecho al trabajo y la libertad sindical, quieren acabar con la libertad de los trabajadores de pronunciarse ante un acuerdo laboral, quieren sindicatos que cumplan los deseos del empresario, no de los trabajadores”.

El cerebro de la política laboral de Fiat y centro de la polémica es su administrador delegado Sergio Marchionne. Un ejecutivo que gana cuatro millones de euros al año más beneficios en stock options que, gracias a la subida del título en Bolsa, superan actualmente los 120 millones de euros. Es decir, un tipo que gana más que todos los trabajadores de Mirafiori juntos, que paga sus impuestos en Suiza y no en Italia, a quien no sólo no le pasa nada si Fiat vende un 17% menos en Europa, sino que sale directamente beneficiado si machaca a los sindicatos, al aumentar el valor del título Fiat en Bolsa5. Mientras tanto, la conflictividad laboral ha sido una constante en la historia empresarial de la Fiat. Un pequeño ejemplo: en la manifestación de apoyo a los trabajadores que se celebró el 13 de enero en Turín, una operaria denunciaba que el 31 de diciembre le entregaron una carta donde le notificaban que a partir de entonces su puesto de trabajo se trasladaba a Milán, a 180 kilómetros.

En cuanto a los políticos gobernantes italianos, los trabajadores no han podido verse más abandonados. El primer ministro Silvio Berlusconi afirmó que si los trabajadores votaban No al referéndum, la empresa "tendría buenos motivos para irse a otros países". Por su parte, el alcalde de Turín, el socialdemócrata Piero Fassino, afirmó que “si fuese trabajador de Fiat votaría Sí”. Sí en cambio, encontraron apoyo en Refundación Comunista (sin representación parlamentaria nacional), en el partido de juez Di Prieto, La Italia de Valores, y en el gobernador de Puglia, Nichi Vendola, líder del nuevo partido Siniestra e Libertà.

Entre los sindicatos, la batalla en la denuncia del acuerdo ha sido llevaba principalmente por la Fiom, la rama metalúrgica de la CGIL, el primer sindicato del país, que no ha dudado en calificar de un chantaje el referéndum. Junto a él se encontraba el minoritario USB. El resto de los sindicatos firmaron el acuerdo el 23 diciembre pasado y pidieron el voto a favor del Sí en el referéndum. La confrontación dominó el debate político no sólo de Turín, sino de casi todo el país. La revista laboral Micromega, perteneciente al grupo La Repubblica, recogió en apenas diez días sesenta mil firmas de apoyo al manifiesto "Sì ai diritti, No ai ricatti" (Sí al derecho, No al chantaje)6, en apoyo al sindicato que lideraba la campaña del No al acuerdo.

Intelectuales italianos de la talla de Gianni Vatimo y Angelo D'Orsi participaron en actos públicos denunciando lo que denominaron extorsión de la Fiat. Ëste último escribía en la primera página del diario Liberazione bajo el título “No son sólo los trabajadores y trabajadoras de Torino”7. Entre citas de Gramsci, acusaba al administrador delegado de Fiat: “Es el señor Marchionne, con su exhibición de jersey azul (su habitual indumentaria), con su fingido, exagerado y exasperante alarde de 'hombre concreto', sin ideología, cosmopolita del capital, es quien impone la guerra social”. Habló de la fábrica de Mirafiori como el corazón, “el centro simbólico de la lucha de clases en Italia, la fábrica por antonomasia: la producción, organización, esfuerzo, lucha”. El conflicto de Mirafiori ha despertado la vieja alianza entre intelectuales y proletarios que llevaba décadas adormecida en Italia. Así apareció “El llamamiento de un grupo de italianos del exterior”. Se trata de un grupo de investigadores que han debido salir de su país víctimas del amiguismo y la corrupción que sufre Italia. En el documento se pronunciaban en solidaridad con la Fiom, el sindicato que decía No al acuerdo: “La Fiom no defiende solo a los trabajadores de Mirafiori, defiende la Constitución, la democracia, la libertad de elección. Defiende, en esencia, la posibilidad de un futuro para nuestro Pueblo, ese que parece cada vez más lejano”8. También apareció otra iniciativa: “Produrre e lavorare meglio, con democrazia. Lettera di 46 economisti sul conflitto Fiat-Fiom” (Producir y trabajar mejor, con democracia. Carta de 46 economistas sobre el conflicto Fiat-Fiom). En ella, los economistas denuncian que “Fiat destinó a inversiones productivas y para la investigación y el desarrollo un porcentaje de facturación significativamente más bajo que sus principales competidores europeos”. Además, mientras se producía una caída de cuota de mercado en Europa del 6,7%, la rentabilidad de los accionistas alcanzó el 33%. Según los economistas, “la Fiat cargó contra los trabajadores el coste de su gestión. Durante los últimos diez años, los puestos de trabajo de la Fiat en todo el mundo cayeron de 74.000 a 54.000 empleados, de los cuales apenas 22.000 trabajan en las fábricas italianas. Además, la cualificación de los trabajadores de Fiat es más baja que la de los competidores, los salarios medios se encuentran entre las más bajas de Europa, y la distancia de la retribución de los altos ejecutivos nunca ha sido mayor: Sergio Marchionne, gana más de 250 veces el salario de uno de los trabajadores”.

La corriente de solidaridad que han despertado los trabajadores de Fiat no deja de aumentar. El 13 de enero unas dos mil personas se manifestaron por la via Garibaldi de Turín, con una temperatura bajo cero, en contra del acuerdo impuesto por la dirección. Precisamente en una ciudad donde pocas semanas antes, la concentración en apoyo a la moción de censura contra Berlusconi apenas logró reunir a unas decenas.

La jornada de votación levantó enormes expectativas en toda Italia. Acosados por los medios, los trabajadores después de votar transmitían su indignación: “He votado Sí porque no soy libre, pero espero que venza el No y la Fiom continúe defendiendo mis erechos”, “Tengo una sola libertad en este lugar de mierda, la libertad de no decir lo que he votado”, “Debía elegir entre ser herido o asesinado. Gane el Sí o gane el No, no veo futuro, de la promesa de Marchionne no me fío”9.

El historiador Angelo D'Orsi ha señalado que la política de la dirección de la Fiat, representa la cara financiera e industrial de Berlusconi, está diseñado específicamente para deshacer los logros históricos del movimiento obrero, logrado a través del sudor y la sangre, e incluso comprimir los salarios que ya son de los más bajos de la región. D'Orsi añadió que “más allá del resultado de la votación en Mirafiori, debemos darnos cuenta de que lo que está en juego tiene valor histórico, tanto en el plano real como en el simbólico, en el que todavía se puede construir el futuro: aunque se pierda la batalla, la guerra acaba de empezar. La movilización por Mirafiori, esta movilización para que no se sientan solos los trabajadores, es un signo alentador. Y confío en que podamos ganarla”.10

Tal y como se preveía, los trabajadores de Fiat-Marifiori, con la clase empresarial y política gobernante en contra, no podían enfrentar con éxito el chantaje y la extorsión de una referéndum bajo la espada de Damocles del cierre de la factoría de Turín, paradojicamente una ciudad que apenas desarrolló el transporte suburbano en un gesto de solidaridad con la Fiat y el automóvil privado. Pero lo del 13 y 14 de enero, como dijo D'Orsi y el filósofo Gianni Vattimo, es sólo una pequeña batalla. El 28 de enero se producirá otro nuevo choque. Ese día, los trabajadores metalúrgicos de toda Italia han convocado un paro nacional que intenta abrir un debate sobre el futuro de la industria, el trabajo y la democracia en el lugar de trabajo y en la sociedad italiana.

A la sombra del dinero público

No fue mal año el 2010 para Fiat a pesar de la crisis del sector automovilístico, según los últimos datos hechos públicos por el grupo, antes de terminar el ejercicio. Su previsión para 2010 era de un beneficio de 400 millones de euros11. El grupo ha sabido recoger fondos públicos por donde quiera que iba. En primer lugar del estado italiano, donde ha recogido dinero público desde hace más de un siglo, un comunciado de 46 economistas cifran las ayudas del gobierno desde finales de los ochenta hasta los primeros años de esta década, en 500 millones de euros anuales. Pero también en Serbia, en Polonia, en España para poder cerrar y prejubilar con 52 años a los trabajadores de la planta de Comesa, en la Zona Franca de Barcelona12. Además Fiat hizo caja con miles de millones de la Administración estadounidense 13 al comprar en bancarrota con ayudas estatales parte de Chrysler, y el pasado noviembre The Financial Times reveló que el grupo Fiat fue uno de los mayores beneficiarios de un programa destinado a apoyar, paradójicamente, a las empresas pequeñas y medianas empresas14

La planta industrial de Mirafiori es uno de los mayores complejos industriales italianos. Ocupa una superficie de 2.000.000 m². En el interior se extienden veinte kilómetros de líneas de ferrocarril y once kilómetros de caminos que conectan los distintos almacenes subterráneos. El conocido edificio de oficinas, que da a la Avenida Giovanni Agnelli, es una construcción de cinco plantas de 220 metros de largo. Fue inaugurada el 15 de mayo de 1939 en presencia de Benito Mussolini.

En España, Nissan

El caso Fiat ha tenido su contraparte en España con la firma Nissan. Los trabajadores de las plantas de esa empresa en la zona franca de Barcelona y Montcada se vieron también en la obligación, el pasado enero, de aceptar cambios en su convenio colectivo como la congelación salarial y un aumento del tiempo efectivo de trabajo, o aceptar que la multinacional se llevase la producción a Sudáfrica o Marruecos.

Sin embargo, en el caso español, no se afectaban del mismo modo que en Fiat los derechos sindicales. El papel de los gobernantes españoles ha sido, al igual que en Italia, de alineación con las propuestas empresariales. El nuevo Conseller conservador de Empresa y Ocupación de la Generalitat catalana, Francesc Xavier Mena, elogió a los sindicatos que aceptaron el recorte y puso a Nissan "como ejemplo" de "por dónde ha de ir el futuro de la economía para ser más competitiva". El ministro socialista español de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, calificó como "muy buena noticia" el anuncio de que los trabajadores aceptaban renunciar a su convenio colectivo. Al igual que la Fiom en Italia, el sindicato Comisiones Obreras (CCOO) no apoyó el recorte social.

Pascual
Invitado


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